jueves, julio 26, 2007


HASTA LA VUELTA
Por fín llegó el ansiado momento de las vacaciones. El norte me llama. No creo ni que haya cobertura allá donde pienso tumbarme a la bartola una temporadita.
Espero volver con fuerzas renovadas. Chao, hasta pronto.

viernes, julio 20, 2007

CENSURA NO, GRACIAS.
Me veo en la obligación de decirlo. Aquí a nadie se le está llamando asesino, pederasta, violador, genocida ni nada por el estilo. Es un simple dibujo satírico de dos personas adultas (sean quién sean) en la intimidad haciendo un chascarrillo sobre la ayuda de el gobierno por nacimiento de un hijo. Y ya está, punto. lo demás es cogersela con papel de fumar y ordenar secuestrar la revista una práctica de otros tiempos que ya creiamos pasados.
No estoy de acuerdo en absoluto con esta decisión. Solo quería decirlo.

miércoles, julio 18, 2007

EL ECO II
Que Toníco “cadires” era un chuleta era algo que sabía todo el mundo. Alto, guapo, fanfarrón y juerguista llevaba dando que hablar en el pueblo desde que siendo un mañaco le había pegado fuego a una de las ovejas del tío Rico solo por ver que hacía y la desgraciada entró en el pueblo envuelta en llamas provocando el pánico hasta que alguien tuvo la piedad de descerrajarle un tiro. Mas tarde, ya de mozo dejó preñada a Remedícos, una cría de Lel con la que tuvo que casarse casi a punta de escopeta. Aquello no fue bien desde el principio, la pobre Remedicos se pasaba los días sola en casa con la niña que aquel desnortado le había hecho, porque el marido que trabajaba en la mina de sal, cuando salía de la faena se la pasaba de taberna en taberna, echando partidas de monte en el casino o corriendo detrás de alguna falda ya fueran honradas o de cá la Josefina. A veces estaba tres o cuatro días sin aparecer por casa, calentándole en secreto la cama a alguna viuda discreta o corriéndose las timbas clandestinas que se hacían por los campos, del Faldar al Paredón y de la Caballusa a Ubeda donde su astucia y una suerte de tahúr le llenaban los bolsillos de un dinero que luego derrochaba a manos llenas. Una vez incluso le dijo a su mujer que iba a la barbería a afeitarse y tardo seis meses en volver a aparecer por el pueblo. De manera que cuando aquel invierno de mil novecientos uno desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra todos pensaron que había hecho otra de las suyas y que más tarde o más temprano entraría en la taberna de Sindo silbando y con las manos en los bolsillos, pidiendo un vino sin dar mas explicaciones y como si solo hiciera cinco minutos que había salido por la puerta. Pero aquella vez fue diferente y como si se hubiese evaporado en el aire como el humo que salía por la chimenea del sindicato, nadie volvió a verlo ni vivo ni muerto.

El eco no era un juego como los demás. Suponía mas bien una prueba de valor, un rito iniciatico al que era sometido el recién llegado para demostrar que no era un “cagat” y que se podía contar con él. El origen de aquel ritual se perdía en la memoria colectiva pues ya lo habían jugado los padres y los abuelos de quienes ahora lo practicaban e incluso se decía que se remontaba al tiempo en que la torre fue levantada de sus cimientos. La mecánica era tan sencilla como aterradora, al caer la noche y en la penumbra débilmente iluminada por las bombillas que el farolero, armado con una larga caña había encendido poco antes, el grupo se dirigía al pie de “les escaletes de la torre” y subía hasta el primer rellano. A partir de ahí el novato debía de ir solo, subir el resto de los escalones y llegar hasta la pequeña pero recia puerta de madera que daba acceso a la torre del reloj. Una vez allí decía la frase recibida poco antes de boca del “jefe” de la cuadrilla. -Kikiriki, kikiriki, que vinga la mort i vinga per mí-. Golpeaba con fuerza la puerta tres veces y esperaba. Entonces sucedía. Cuando apenas había pasado un segundo, desde el interior claros y diáfanos pero lejanos como si surgieran desde las mismas entrañas del infierno, sonaban otros tres golpes en respuesta. Muchos eran los que se habían rajado antes de llegar al final y de aquellos que lo consiguieron, la gran mayoría lo había tenido que intentar por lo menos media docena de veces para llegar al final y oír a pie firme aquel eco aterrador que helaba la sangre, pero absolutamente todos al escuchar aquel sonido espeluznante surgido del centro mismo de todos los espantos habían emprendido una enloquecida carrera escaleras abajo con las piernas batiéndoles el culo y el frío aliento de la muerte soplándoles en la nuca.

martes, julio 17, 2007

EL VIENTO
Que triste es ser una nulidad informática. He intentado hacer una entrado enlazando un video de You Tube con el texto y solo he conseguido crear dos entradas paralelas. Una con el video y otra con el texto, así que he decidido tirar por el camino de enmedio y aquí os explico la entrada anterior.
Es un anuncio que he encontrado en una página llamada mi brujula y me ha encantado. Me ha parecido que es una de esas pocas veces que los publicistas dan en el clavo, tanto en el desarrollo como en el personaje. Creo que a partir de ahora cuando sople el viento y me vuelve del reves el paraguas imaginaré detras de mi a ese señor de rostro imposible y negro bombín. Tiene un aire Tim Burton muy bueno.
Espero que lo disfruteis.

The Wind

domingo, julio 15, 2007








PRISIONEROS DE GUERRA

Entre 1936 y 1939, el castillo de mi ciudad se convirtió entre otras cosas en carcel para prisioneros políticos. Primero del bando Franquista y despues del bando Republicano. Al no ser frente de guerra el numero de prisioneros no debió de ser muy elevado hasta el final de la guerra, cuando unos cuarentamil soldados republicanos se vieron atrapados en el puerto sin posibilidad de escapatoria, esperando unos barcos que nunca llegaron.
Algunos de estos presos, para entretener las largas horas de encierro y quizá mantener ocupada la mente, decidieron dejar constancia de su paso entre los muros carcelarios y en las losas del bastión de la reina dejaron grabados sus nombres, algunos de forma realmente artistica. Hay verdadera obras de huecograbado junto a otras en las que unas escuetas iniciales en una pobre caligrafía, denotan que la ilustración no llegaba para todos.

Hacía tiempo que tenía la intención de fotografiarlos y conservar en imagen este trozo de nuestra historia que se va deteriorando sin que parezca que nádie hace nada para conservarlo y que algún dia puede desaparecer del espacio y la memoria.

Mometos grabados en piedra que nos hablan de como fuimos, de lo que hicimos, de que nos asustaba o que nos hacía feliz. de como pasaba el tiempo, cuando el tiempo, como dijo Jose Hierro, aquí no tenia sentido.

Otros grafitos nos muestran pequeños tableros de juego, un juego que no he sabido descubrir y que nos muestra el ingenio humano para tratar de matar el rato y solo se tiene un clavo viejo y un puñado de guijarros.

En este mundo olvidadizo y con prisas en el que todos parecen querer pasar página, está de moda el hacer borrón y cuenta nueva, olvidar que hace bién poco eramos un pueblo atrasado, miedoso, oprimido, con caminos de tierra, mas carros que coches, hombres con boina y mujeres de negro, cines con escupideras, recojedores de colillas, cocinas económicas, boñigueros, niños con frio y sabañones en las orejas y mujeres que cojían los puntos a las medias. Pero la piedra es persistente y se empeña en recordarnos lo que fuimos y lo que para nuestro pasado más inmediato significó el que unos pocos privilegiados decidieran por las armas seguir manteniendo esos privilegios y provocaran uno de los más terribles episodios de nuestra historia. Unos hechos que ahora, los descendientes de aquellos privilegiados se empeñan en minimizar, equiparar y borrar de la memória colectiva.

Aparte de eso, son toda una joya de la arqueología contemporanea que merecería ser restaurada y conservada para la posteridad.

lunes, julio 09, 2007


EL ECO
Despues de mucho pensarlo he decidido colgar aquí el que quizá sea mi mejor cuento. Fué premiado con el primer premio en el concurso de cuentos de misterio y terror que convoca el ayuntamiento de mi pueblo, aunque es un poco largo, de modo que lo publicaré en distintos capítulos, no necesariamente seguidos.
Aquí va el primero.
Quito “Cofins” había estado despierto toda la noche dando vueltas en su cabeza a aquel recuerdo que llevaba tanto tiempo atormentándolo. Por fin, cuando las primeras claridades enrojecieron el cielo por detrás de la oscura silueta del “Cabeso” se puso la blusa, tomó su gayato, se ajustó la boina y salió de la casa con paso renqueante pero firme y un destino por cumplir. En la soledad semivacía de las calles pensó que a sus ochenta y cinco años ya era hora de soltar esa carga que lo vencía cada vez mas, como si todos los capazos de cemento que había acarreado en su vida de albañil se le hubieran ido acumulando en los huesos uno a uno hasta aplastarlo y no dejarlo respirar. Al llegar a las afueras se detuvo ante una puerta cerrada, golpeó con decisión tres veces y esperó. La luz de una ventana se encendió iluminando las letras que había sobre el dintel, “TODO POR LA PATRIA”. Se oyó el ruido de los cerrojos al descorrerse y la cara somnolienta del sargento que abrió los ojos con sorpresa. -Quito ¿qué haces aquí a estas horas?-. –Sargento- dijo, -he venido a entregarme, he matado a un hombre-. El guardia, incrédulo, se restregó la cara con las manos. Conocía demasiado bien a aquel anciano como para pensar que se trataba de una broma. Desde que cinco años atrás lo destinaran al cuartelillo de Pinoso, de todas las personas con las que había trabado amistad, aquel viejo alto y encorvado era uno de los hombres más cabales con los que se había topado en su largo peregrinar por media península y aunque el haber enviudado tres años atrás lo volvió más taciturno y maniático, el asesinato era algo que para el sargento no cuadraba con la persona que ahora tenía delante y se dijo para sí -válgame Dios, ha perdido la cabeza-. Lo hizo pasar a la oficina y después de servir dos copas de coñac siguió el interrogatorio. -Bueno, Quito y ¿a quien has matado y cuando ha sido, esta noche, ayer…?- Quito “Cofins” se bebió el coñac de un trago, respiró profundamente y dijo como si soltara el peso de todo un mundo. -He matado a Tonico “Cadires” y fue hace sesenta y cinco años-.

Aterricé en el barrio de las cuevas una mañana de otoño de mil novecientos sesenta y seis. La furgoneta Citroen conducida por mi padre se detuvo ante una blanca fachada que conocía bien. Allí, los días en que íbamos al pueblo, los niños merendábamos los mejores trozos de toña que podíamos recordar, acompañados por una gruesa onza de chocolate “Hijos de Marcos Tonda”, chocolate puro imposible de partir con los dientes y que había que roer lentamente, lo que alargaba horas su duración. La casa de Luís e Isabel era para un niño de ciudad todo un descubrimiento. Una auténtica cueva excavada en la roca, una suerte de pequeño dédalo de estancias de techo curvo, de habitaciones que se abrían en distintas direcciones y a diferentes alturas, llena de rincones oscuros y pasillos angostos que por las noches, al dormir se introducían en los sueños. La tosferina contraída por mi primo con el que estaba a todas horas, el reciente nacimiento de mi hermano pequeño y el miedo a que yo estuviese contagiado, hizo que mis padres tomaran la decisión de mandarme al pueblo un tiempo prudencial que despejara las dudas sobre mi estado de salud. Pinoso era a mediados de los sesenta un lugar en el que las caballerías aun se resistían a ceder su sitio a las maquinas, las calles de muchos barrios aun eran de tierra pisada, las mujeres iban por agua a la fuente llevando los cántaros en unas largas carretillas de madera y el horizonte de las viñas se extendía mas allá de donde muchos pinoseros habían osado ir. Para un niño capitalino aquello era lo mas parecido a una aventura que se podía desear. Mulas enormes como castillos que salían por las puertas de las casas, gallinas y conejos vivos y coleando corriendo en el corral y no colgando en la carnicería como hasta ahora los conocía, gentes que hablaban una lengua que apenas entendía, perros flacos trotando sin rumbo, rebaños de ovejas y cabras que dejaban tras de sí el rumor de las esquilas y un extenso rastro de diminutas bolas negras que las mujeres recogían para las macetas pero sobretodo libertad, libertad para zascandilear por unas calles en las que bullía la vida y donde los coches no eran mas que una anécdota que acontecía como mucho un par de veces al día. Pronto hice unos pocos amigos, vecinos del barrio que al acabar el colegio saltaban de sus casas con la merienda en una mano y las ganas de jugar en la otra. Juguetes había mas bien pocos y se improvisaban con un cordel, una correa, una taba o simplemente con la imaginación desbocada de media docena de chavales, ganas de divertirse y un buen par de piernas. Estaba la “corretgeta amagá”, “el verdugo”, “a pixar mes llarg”, el clásico “escondite”, unos que conocía y otros de los que había oído hablar pero una tarde, Chimo el del “cantó” se me acercó mientras me comía una rebanada de pan con vino y azúcar y me dijo casi al oído, como un secreto, - cuan siga de nit anirem a la torre a jugar al eco, t`en vens-. No conocía el juego ni sabía si me dejarían estar hasta tarde en la calle pero dije –vale- sin vacilar y sin pensar en donde me estaba metiendo.

miércoles, julio 04, 2007



EL TRAGÓN VOLADOR

El día que creé este blog anduve dándole vueltas a como lo iba a llamar. En principio pensé en titularlo "el formón" por mi condición de carpintero, pero me pareció demasiado "cortante" y más propio de un blog de "corte" político. Barajé nombres como "mis chanclas", "pepinos en vinagre" o incluso "memorias del lobisome", al final y sin saber bien por qué me vino a la cabeza el que nombra hasta la fecha este blog. Quizá fue por mis problemas de sobre peso en ese momento o porque me encantaba volar todas las noches por el mundo de la red o, tal vez por que desde pequeño me han fascinado las historias en las que había un dragón(un día os contaré el cuento del castillo de iras y no volverás que me contaba mi padre de pequeño). El caso es que me gustó y sin saber si realmente tenía algún significado concreto, lo adopté como santo y seña de mis inquietudes blogeras(gracias Norma. El hecho de que te encante el nombre me confirma que acerté).
Pero hete aquí que mi curiosidad y un punto de auto complacencia han hecho que descubra que "los tragones voladores" existen en realidad.
Mirando en el contador estadístico que tengo instalado en la página, por donde accedían los visitantes , descubrí otro blog llamado La Cometa en el que se enumeraban los distintos nombres que la cometa recibía en varios países de Sudamérica y allí vi con asombro que en bolivia se la llama "milocha y "tragón" y me dije "tate" ahí está que vuela y llamado tragón, blanco y en botella, "el tragón volador".
Me encantan las cometas. Siempre me han parecido algo mágico, así que me alegro de que inconscientemente llamara así a estas páginas que espero y deseo que sigan durante mucho tiempo volando con el cálido y suave viento de poniente.
Foto: La cometa.

martes, julio 03, 2007


LA EXTRAÑA MONTAÑA


En mis viajes por todo lo largo y ancho de Google Earth me gusta buscar cosas extrañas. Descender sobre lugares que supongo desiertos de gente en los que ver desde el aire cosas que muy pocos han visto. Me resulta tremendamente entretenido pasearme por sitios en los que el logo de "Panoramio" brilla por su ausencia. Yermos paisajes que nadie fotografía y que solo son visitados por lobos, serpientes y otros animales diversos.

Hoy me encontraba leyendo la terrible noticia del asesinato de siete turistas españoles en el Yemen y he sentido la necesidad de buscar el lugar donde perdieron la vida para hacerme una idea cabal del inhóspito paraje en que se habían adentrado.

Sabia por la prensa que se hallaban en Mareb donde dicen se encuentra el templo de la reina de Saba. Tecleé el nombre en el buscador del "Earth" y lo que apareció ante mis ojos fue un desperdigado grupo de casas en medio de la nada con unas finas hileras de algo verde que debían de ser cultivos. No podía distinguir ningún edificio que pudiera parecer un templo y el desierto se extendía a los cuatro puntos cardinales, así que comencé a mover el cursor en todas direcciones hasta que me topé con una solitaria y recta carretera que enfilaba hacia el oeste. Decidí seguirla por ver donde me llevaba y nada, solo vacío a un lado y a otro. Arena y tierra y luego más tierra y arena. Montañas peladas alrededor de las cuales la carretera describía una amplísima curva para seguir después recta como una escopeta a través de un mar de arena.

Andaba totalmente perdido así que decidí ascender para tener un poco de prespectiva cuando de pronto lo vi. Un par de alargadas manchas muy oscuras en el centro de una inmensidad ocre y al acercarme a ellas algo llamó mi atención. Parecía una fortaleza o una gran pista en lo alto de la montaña más grande, con una especie de gigantescos bastiones que descendía hasta desaparecer en las arenas del desierto. No sé lo que es ni si es algo hecho por el hombre o tan solo un capricho geológico pero me ha impresionado. Más aun por donde está, en medio de ninguna parte y a mitad de camino de ningún sitio. Al girar el cursor para verlo sesgadamente descubrí que el conjunto está situado como a dos tercios de la altura total de la montaña y si que parecen bastiones labrados en la roca. No sé, es todo un tanto raro pero me encanta. Me encanta esa montaña que parece un bollo de chocolate en medio de un gigantesco cuenco de natillas que acelera mi imaginación. Tal y como están las cosas en Yemen no creo que vaya nunca por ahí, así que si alguno sabe de que se trata realmente esta curiosa ¿fortaleza? le agradecería que me lo contara.